domingo, 23 de agosto de 2020

"UNA HISTORIA QUE ME CONTÓ UNA AMIGA" Lydia Davis

El otro día, una amiga me contó una historia triste sobre un vecino suyo. Él había empezado a escribirse con un desconocido a través de un servicio de citas online. El amigo vivía a cientos de kilómetros, en Carolina del Norte. Los dos hombres intercambiaron mensajes y después fotos y en poco tiempo estaban teniendo largas conversaciones, primero por escrito y después por teléfono. Descubrieron que tenían muchos intereses en común, que eran emocional e intelectualmente compatibles, se sentían cómodos el uno con el otro, y se sentían físicamente atraídos, por lo menos por Internet. Sus intereses profesionales, también, eran similares, el vecino de mi amiga era contador y su nuevo amigo en el sur, profesor adjunto de Economía en una pequeña universidad. Después de algunos meses, parecían estar realmente muy enamorados, y el vecino de mi amiga se convenció de que “este era”, como decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet. 

Durante el día del viaje, llamó a su amigo dos o tres veces y hablaron. Más tarde le sorprendió no recibir ninguna respuesta. Su amigo tampoco estaba en el aeropuerto para recibirlo. Después de esperar y llamar varias veces más, el vecino de mi amiga dejó el aeropuerto y fue a la dirección que le había dado su amigo. Nadie contestó cuando golpeó la puerta y tocó el timbre. Se le cruzaron por la mente todas las posibilidades.

Aquí me faltan algunas partes de la historia, pero mi amiga me dijo que lo que su vecino supo fue que ese día, mientras él iba camino al sur, su amigo de Internet se había muerto de un ataque al corazón mientras hablaba por teléfono con su médico; el viajero, habiéndose enterado ya por un vecino o por la policía, se las arregló para llegar a la morgue local; le dieron permiso para ver a su amigo de Internet, y entonces fue allí, cara a cara con un hombre muerto, que tuvo por primera vez frente a sus ojos a quien, había estado convencido, sería su compañero para toda la vida. otro día, una amiga me contó una historia triste sobre un vecino suyo. Él había empezado a escribirse con un desconocido a través de un servicio de citas online. El amigo vivía a cientos de kilómetros, en Carolina del Norte. Los dos hombres intercambiaron mensajes y después fotos y en poco tiempo estaban teniendo largas conversaciones, primero por escrito y después por teléfono. Descubrieron que tenían muchos intereses en común, que eran emocional e intelectualmente compatibles, se sentían cómodos el uno con el otro, y se sentían físicamente atraídos, por lo menos por Internet. Sus intereses profesionales, también, eran similares, el vecino de mi amiga era contador y su nuevo amigo en el sur, profesor adjunto de Economía en una pequeña universidad. Después de algunos meses, parecían estar realmente muy enamorados, y el vecino de mi amiga se convenció de que “este era”, como decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet. 

Durante el día del viaje, llamó a su amigo dos o tres veces y hablaron. Más tarde le sorprendió no recibir ninguna respuesta. Su amigo tampoco estaba en el aeropuerto para recibirlo. Después de esperar y llamar varias veces más, el vecino de mi amiga dejó el aeropuerto y fue a la dirección que le había dado su amigo. Nadie contestó cuando golpeó la puerta y tocó el timbre. Se le cruzaron por la mente todas las posibilidades.

Aquí me faltan algunas partes de la historia, pero mi amiga me dijo que lo que su vecino supo fue que ese día, mientras él iba camino al sur, su amigo de Internet se había muerto de un ataque al corazón mientras hablaba por teléfono con su médico; el viajero, habiéndose enterado ya por un vecino o por la policía, se las arregló para llegar a la morgue local; le dieron permiso para ver a su amigo de Internet, y entonces fue allí, cara a cara con un hombre muerto, que tuvo por primera vez frente a sus ojos a quien, había estado convencido, sería su compañero para toda la vida.l otro día, una amiga me contó una historia triste sobre un vecino suyo. Él había empezado a escribirse con un desconocido a través de un servicio de citas online. El amigo vivía a cientos de kilómetros, en Carolina del Norte. Los dos hombres intercambiaron mensajes y después fotos y en poco tiempo estaban teniendo largas conversaciones, primero por escrito y después por teléfono. Descubrieron que tenían muchos intereses en común, que eran emocional e intelectualmente compatibles, se sentían cómodos el uno con el otro, y se sentían físicamente atraídos, por lo menos por Internet. Sus intereses profesionales, también, eran similares, el vecino de mi amiga era contador y su nuevo amigo en el sur, profesor adjunto de Economía en una pequeña universidad. Después de algunos meses, parecían estar realmente muy enamorados, y el vecino de mi amiga se convenció de que “este era”, como decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet.decía. Cuando le surgieron unas vacaciones, arregló para viajar al sur por unos días a conocer a su amor de Internet. 

Durante el día del viaje, llamó a su amigo dos o tres veces y hablaron. Más tarde le sorprendió no recibir ninguna respuesta. Su amigo tampoco estaba en el aeropuerto para recibirlo. Después de esperar y llamar varias veces más, el vecino de mi amiga dejó el aeropuerto y fue a la dirección que le había dado su amigo. Nadie contestó cuando golpeó la puerta y tocó el timbre. Se le cruzaron por la mente todas las posibilidades.

Aquí me faltan algunas partes de la historia, pero mi amiga me dijo que lo que su vecino supo fue que ese día, mientras él iba camino al sur, su amigo de Internet se había muerto de un ataque al corazón mientras hablaba por teléfono con su médico; el viajero, habiéndose enterado ya por un vecino o por la policía, se las arregló para llegar a la morgue local; le dieron permiso para ver a su amigo de Internet, y entonces fue allí, cara a cara con un hombre muerto, que tuvo por primera vez frente a sus ojos a quien, había estado convencido, sería su compañero para toda la vida.

"RATONES" Lydia Davis

 Hay ratones que viven en nuestras paredes pero nunca entran a nuestra cocina. Estamos contentos pero no podemos entender por qué no vienen a nuestra cocina donde tenemos trampas puestas, y sí van a las cocinas de nuestros vecinos. Aunque estamos contentos, también estamos un poco tristes, porque los ratones se comportan como si hubiera algo malo con nuestra cocina. Lo que hace esto todavía más misterioso es que nuestra casa es mucho menos ordenada que las casas de nuestros vecinos. Hay más restos de comida en nuestra cocina, más migajas en la barra y restos sucios de cebolla pateados por debajo de la alacena. De hecho, hay tanta comida suelta en la cocina que solo se me ocurre pensar que los ratones mismos se sienten intimidados por ella. En una cocina limpia, es un reto para los ratones encontrar suficiente comida noche tras noche para sobrevivir hasta la primavera. Pacientemente cazan y mordisquean hora tras hora hasta quedar satisfechos. Pero en nuestra cocina se encuentran frente a algo tan fuera de su experiencia habitual que no pueden contra ello. Pueden aventurarse y dar algunos pasos, pero al enfrentarse a los abrumadores monumentos y olores, vuelven resignado a sus hoyos, incómodos y apenados de no poder husmear como deberían.

viernes, 21 de agosto de 2020

"Una segunda oportunidad" Lydia Davis

 

Si tan solo tuviera la oportunidad de aprender de mis errores, lo haría, pero hay demasiadas cosas que no haces dos veces; de hecho, la mayor parte de las cosas importantes son cosas que no haces dos veces, así que no las puedes hacer mejor la segunda vez. Haces algo mal y luego ves lo que hubiera sido mejor hacer y estás preparada para hacerlo, de presentarse la oportunidad, pero la próxima experiencia es muy diferente y tu juicio de nuevo será erróneo y aunque luego estés preparada para esta experiencia si habría de repetirse, no estás preparada para la experiencia siguiente. Si, por ejemplo, pudieras casarte a los dieciocho años dos veces, la segunda vez podrías asegurarte de que no fueras tan joven para hacerlo, porque tendrías la perspectiva de ser mayor y sabrías que la persona que te aconseja casarte con este hombre te está dando un mal consejo pues sus razones son las mismas que te dio la última vez que te aconsejo casarte a los dieciocho. Si pudieras traer un hijo de un primer matrimonio a un segundo matrimonio por segunda vez, sabrías que la generosidad puede convertirse en resentimiento si no haces las cosas bien y el resentimiento en amabilidad si las haces, a menos que el hombre con el que te cases cuando te cases por segunda vez una segunda vez tuviera un temperamento muy diferente al del hombre con quien te casaste por segunda vez la primera vez, en ese caso tendrías que casarte con ese hombre dos veces para saber cuál sería el mejor camino que tomar al casarse con un hombre de su temperamento. Si pudieras ver a tu madre morirse por segunda vez podrías estar preparada para pelear por conseguir una habitación privada donde no hubiera nadie viendo la televisión mientras ella muere, pero si estuvieras preparada para pelear por eso, y lo hicieras, tendrías que perder a tu madre de nuevo para saber lo suficiente como para decirles que coloquen bien su dentadura y no mal como lo hicieron antes en su habitación y la vieron por última vez sonriendo tan extrañamente, y luego una vez más para asegurarte que sus cenizas no fueran  guardadas de nuevo en esa especie de contenedor de correos aéreos donde la mandaron al norte a un cementerio.

" La treceava mujer" Lydia Davis


En una ciudad de doce mujeres vivía una treceava. Nadie aceptaba que vivía ahí, no llegaba ninguna correspondencia para ella, nadie hablaba de ella, nadie le vendía pan, nadie le compraba nada, nadie devolvía su mirada, nadie tocaba su puerta; la lluvia no caía sobre ella, el sol nunca brillaba sobre ella, el día nunca atardecía para ella, la noche nunca llegaba para ella; para ella las semanas no pasaban, los años no transcurrían; su casa no tenía número, su jardín estaba descuidado, su camino no era caminado, nadie dormía en su cama, su comida no se comía, su ropa no se usaba; y aun así, a pesar de todo esto, seguía viviendo en la ciudad sin ningún resentimiento.

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viernes, 7 de agosto de 2020

LIBROS

 Su casa estaba llena de libros. Algunos heredados, otros que ella misma había comprado; la mayoría de ellos usados. 

En su casa había una sola puerta. Para ella los libros eran puertas. Y así viajaba a lugares exóticos y barrios humildes. Viajaba al pasado y jugaba al futuro. 

Siempre fieles y abiertos, ella los amaba y amaba a sus autores. Se sentía llena de voces, multitudes que bramaban y de paisajes ilusorios. 

Alguien le había regalado un libro siendo niña. Y con ese libro le regaló miles de puertas que ella atraviesa emocionada. Fue como una invitación a una vida que ella abrazó feliz. 




EL DÍA QUE LE PEGARON A ASTIZ texto: HÉCTOR RODRIGO

*_El día que le pegaron a Alfredo Astiz: un golpe directo a la cara, una patada y el grito de “asesino”_* Para que recuperemos la paz interi...